Como parece que la Conderencia Episcopal va a salir a la calle a protestar contra el aborto, os copio aquí un texto que escribí hace más de diez años. Está todo plagado de ingenuidades y de "literalidades marxistas" propias de quien acaba de leer a Lenin y compañía, pero sed benevolentes.
La película “Un verano en La Goulette” –la playa más bonita de Argelia durante la época de ocupación francesa– me parece una de las más inteligentes que he visto jamás. Es tan inteligente que, hacia el final del film, el director se da cuenta de lo que está mostrando y da marcha atrás y precipita un final postizo.
Decían las críticas que "Un verano en La Goulette" era un ejemplo de tolerancia al mostrar una ciudad donde las tres religiones monoteístas convivían en paz, encarnadas en familias vecinas.
La acción comienza mostrando un chiringuito con terraza, sillas y mesas, en una de las cuales tres hombres que rondan la cincuentena comparten un té a la menta, mientras toman el fresco del atardecer en la playa. Por la fisionomía de cada uno y por la conversación que va a desarrollarse pronto entendemos que uno de ellos es musulmán, otro cristiano y el otro judío, que son amigos íntimos y que sus mujeres preparan una fiesta –creo que era la boda de un amigo común–; al poco también comentan sus problemas económicos –viven de alquiler en un bloque cuadrado de vecinos pobres–, la situación con Francia y De Gaulle, el estado de sus numerosas familias, etc. ¡Vaya! parece que, efectivamente, ¡la convivencia es posible! ¡qué inteligente película! Pues sí, de hecho es tan inteligente, que después de mostrarnos lo bien que viven los patriarcas de las tres religiones patriarcales, la cámara amplía su campo de visión y entra en las casas cerradas a cal y canto para enseñarnos lo "bien" que viven sus esposas y sus hijas. Porque estos tres señores que conviven sin problemas tienen cada uno una hija adolescente que acaba de descubrir su cuerpo y el cuerpo de los chicos, que tiene la intención de conocerlo mucho más a fondo... y todos sabemos lo que las tres religiones hacen con eso ¿verdad?.
Estas niñas bellísimas se han criado juntas y se han acostumbrado a contarse sus confidencias mientras rezan, unas veces van a la sinagoga, otras a la mezquita, al aparte que corresponde a las mujeres; aunque ellas acaban prefiriendo la recóndita capilla de la Virgen que alberga la iglesia en una de sus naves. Arrodilladas delante de la figura de una mujer, se cuentan los problemas de sus madres, sus trucos para adelgazar, el nombre de los chicos que más les gustan, se preguntan si será verdad que las musulmanas van desnudas debajo del chador y hacen planes para perder la virginidad en la próxima fiesta.
Observen el cambio de concepto: sus padres hacen el ejercicio de tolerancia pasando POR sus respectivas culturas –somos distintos, pero te quiero–; las niñas lo hacen pasando DE sus respectivas culturas –nos han HECHO distintas, pero lo sabemos–. Lamentablemente, a veces en las escuelas se enseña más lo primero, es decir, a los niños se les inculca que hay que respetar al diferente porque su cultura es algo inamovible, como si la civilización fuese algo intrínseco y natural, en lugar de una construcción plena de arbitrariedades.
Cuando en "Un verano en La Goulette" los padres se enteran de las intenciones sensuales de sus hijas, se desata el verdadero carácter de las religiones de libro: las chiquillas son encerradas, castigadas durante semanas. Las esposas respectivas también son reprendidas duramente, encerrándose en sus habitaciones.
A partir de aquí, la película gira sobre sí misma en un par de secuencias sin relación. De pronto, sin que haya transición psicológica alguna, las muchachas desean conservar su virginidad y esperar algunos años más antes de salir con chicos, con lo cual la concordia vuelve al vecindario.
El mensaje, pese al final impostado, resplandece: por supuesto que los patriarcas de cada cultura pueden convivir en paz. Al fin y al cabo qué son el islamismo, el judaísmo y el cristianismo sino superestructuras patriarcales encaminadas a asegurar la transmisión de la propiedad vía masculina, y la disponibilidad del recurso humano en el estado de ansiedad/celibato imprescindible para la expansión militar que requieren unos pueblos nacidos al amparo de un paisaje inhóspito. Lo malo es que las ideologías que gobiernan los pueblos suelen durar mucho más que las circunstancias que las hicieron nacer y así el patriarca deviene en machista, la autoridad en represión.
Yo espero que con estos tres dioses ocurra como con el viejo propietario de la casona de "Un verano en La Goulette", el que cobra un alquiler abusivo a nuestros protagonistas: la niña musulmana va a verle vestida sólo con el chador blanco de su madre y cuando se descubre desnuda, el avaro muere a sus pies de un infarto, no se sabe si a causa de la belleza o de la osadía. Como decía el antiguo slogan de un perfume “Never understimate the power of a naked woman”.
Cristina Morano. Sí al aborto en libertad desde cualquier edad.
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