Amélie Nothomb viene saliendo a libro por año, o casi. Un año edita una novela de pura ficción y al siguiente una a caballo entre la ficción autobiográfica y la no ficción. Este año tocaba no ficción. Su historia de amor con un japonés. En la que, a mi juicio, hay párrafos excelentes.
GRACIAS A AQUELLA EXPERIENCIA, entendí el sentido de los templos dedicados a los mosquitos que, diez años antes, había visto en la India: tabiques con trampillas en las que los fieles ofrecían su espalda a miles de picadas simultáneas. Siempre me había preguntado cómo los mosquitos podían ponerse las botas entre aquella promiscuidad, que superaba con creces la de la orgía, y también cómo se podía profesar semejante amor por aquellas divinidades con alas, hasta el extremo de ofrecerse y entregarse como lo hacían. Lo más fascinante seguía siendo imaginar la espalda hinchada a consecuencia de aquella bacanal de insectos.
Bien es cierto que yo nunca habría llegado a provocar ese martirio. Sin embargo, descubría que uno podía llegar a resignarse con entusiasmo. Finalmente, la palabra "desazón" se justificaba por sí sola: yo no ofrecía sazonar sino desazonar, mi sangre daba para que las bestias voladoras pudieran desazonar durante un banquete entero; a falta de otras alternativas, el festín era consentido.
Mi estoicismo se vio reforzado: no rascarse en una gran escuela para el alma. Y no por ello dejaba de resultar menos peligroso. Una noche, el veneno de los mosquitos me intoxicó el cerebro hasta tal extremo que, sin saber cómo, me encontré desnuda delante de mi casa a las dos de la madrugada y nadie me vio. Una vez recobrada la conciencia, regresé de inmediato a mi casa. Ser la amante de miles de insectos nipones tenía sus servidumbres.
Amélie Nothomb. NI DE EVA NI DE ADÁN. Traducción de Sergi Pàmies. Editorial Anagrama, Barcelona, 2009.
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