Hay días especialmente duros, difíciles, que se convierten, sin embargo, en tabla de salvación más tarde. Días en los que una desea estar en otra parte, Madrid en este caso, y ver las sonrisas y rostros de sus compañeras, abrazar a David, Barrueco, Pepo, Patty… Y sin embargo, por motivos podríamos decir de “nudo cósmico” la vida te ata al único lugar del mundo en el que desearías no estar. Hay algo que duele, que te muerde el corazón y se transforma al instante en una poderosa herramienta a la que aferrarse para seguir viviendo: la complicidad de quien aún no conoces y su calor. Un día en el que nunca me sentí tan sola y acompañada desde lejos, por voces que reconozco, gente a la que admiro y quiero y que en algunos casos se han convertido en núcleo y parte fundamental de mi vida. Es ésta una familia o manada a la que pertenezco con orgullo, desde ahora, desde antes quizás, y a la que me unen y unirán estrechos vínculos de por vida, estoy segura. Hay distancia física pero cercanía absoluta de corazón y alma. Un día en el que me emocioné imaginándome en otro lugar, con el latido fuerte durante todo el día puesto en cada una de mis compañeras. Una labor la de David, tan importante que ni siquiera alcanzamos ni alcanzaremos nunca a entender, pues su conciencia va más allá, es más poderosa. Hay un poder de guerrero antiguo en él, de devolver al pueblo lo que es suyo, de crear justicia real a través de sus palabras, tanto esfuerzo y trabajo diario que me siento incapaz de decir palabra alguna que alcance a modo irrisorio una mínima forma de agradecer, de ofrecer mis manos y abrirlas para coger las suyas. Esfuerzo y trabajo el de todos y cada uno de los miembros de esta manada fuerte que ahora comienza a cabalgar y que a mí, al menos, me devuelve un pequeño gesto de luz, esperanza, casi ilusión –la posible a cierta edad, cierta consciencia-, de excusa, sobre todo, para seguir en el ring, peleando.
Var por todos y todas vosotras….
Var por todos y todas vosotras….
ANA VEGA
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