martes, 19 de mayo de 2009

Genus Narcissus, un poema de Natasha Trethewey


GENUS NARCISSUS


Bellos narcisos, amargura sentimos

al veros con tanta premura partir

Robert Herrick


El camino que de escuela a casa conducía

poblado de árboles y sombras, vera de arroyo,

brillaba con gualdos narcisos, tempranas


las flores en los últimos días del gris invierno.

Supongo que sabía de su crecer silvestre,

no viendo daño alguno en cogerlos. Eso hice,


corté tantos como de sí me dieron las manos

para, en un tarro, ofrecérselos luego a mi madre.

Los puso en el alféizar de la ventana, y cerca


me senté, absorta en la luz curvada en el cristal,

ya el día dando paso a la noche, orgullosa

por haberle regalado a mi madre un detalle.


Vanidad infantil. Debo haberme visto en ellas

de algún modo reflejada: en los finos tallos,

cada corola una cabeza erguida a la espera


de elogios, o gacha para ver su propia imagen.

De camino a casa hace años nada sabía

de Narciso, ni del crecer fugaz de esas flores,


cómo, marchitas cual las de las tumbas, susurran

sopladas por el viento, un traicionero silbar

desde el alféizar. Enamórate de ti misma,


me decían a mí; muere joven, a mi madre.


NATASHA TRETHEWEY, Guardia nativa. Traducción y prólogo de Luis Ingelmo. Bartleby Editores. Madrid, 2009.

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