martes, 5 de mayo de 2009

Tobías Wolff = Aquí empieza nuestra historia




AQUELLA HABITACIÓN (fragmentos)

(...) Aquella habitación. Dios. Los hermanos se habían esforzado al máximo, haciendo las camas y guardando la ropa pulcramente doblada dentro de maletas abiertas, pero uno quedaba atufado por el olor a humedad desde el mismo momento en que ponía el pie dentro. El suelo estaba como mojado y con resto de un linóleo gris; el techo medio hundido y lleno de manchas. La luz de arriba apenas llegaba a los rincones. Por debajo del olor a humedad, había otro, inquietante (...)
Entonces Miguel me miró. Entrecerró los ojos y me miró con dureza, sin pestañear, y empezó a protestar por una injusticia que le había hecho nuestro patrón, o puede que otro patrón. Yo apenas entendía su inglés, y él no dejaba de recurrir al español, que yo no entendía nada. Pero estaba enfadado; eso llegaba a entenderlo.
En determinado momento fue al otro lado de la habitación, volvió y puso una pistola encima de la mesa, justo delante de él. Un revólver, de cañón largo, con la mayor parte del niquelado descascarillado. Miguel me clavó la mirada por encima de la pistola y reanudó sus quejas, todas en español. Me miraba, pero yo me daba cuenta de que estaba viendo a otra persona. Antes apenas le había oído hablar. Ahora las palabras surgían con un tono de enfado, y comprendí que su voz en cierto modo le estaba excitando, que el mismo sonido de su indignación demostraba que se habían portado mal con él, lo que incrementaba su rabia, haciéndole aborrecer al que pensaba que era yo, fuera quien fuese. Me daba miedo hablar. Lo único que podía hacer era sonreír.

Aquella habitación; una vez que entras, en realidad nunca sales de ella. Puedes olvidar que estuviste dentro, puedes seguir como si empuñaras las riendas, como si el curso de tu vida, sí, incluso su extensión, reflejara la fuerza de tu carácter y lo sabio de tus opiniones. Y entonces te encuentras con una mancha de hielo en una curva un soleado día de marzo y el volante no te responde y no eres más que un espectador de tu propio deslizarte como en sueños hacia el arcén; y entonces recuerdas dónde estás. (...)
¿Y qué puedes hacer sino lo que hiciste en aquella horrible habitación, con Miguel odiándote sin motivo y una pistola preparada a mano? Sonreír y esperar que cambie de tema.

Tobías Wolff.
AQUÍ EMPIEZA NUESTRA HISTORIA.
Traducción de Mariano Antolín Rato.
Santillana Ediciones Generales, Madrid, 2009.

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