jueves, 27 de mayo de 2010

EL MACHO ICÓNICO (Lucía Fraga)

En mi mesa se amontonan los libros. En mi mente, los hombres que han pasado por mi cuerpo. Yo no estaba allí. Yo caía en un vacío constante que me dejaba prácticamente inconsciente. Mi figura, el tallo de una flor a punto de romperse. Mi ser un no-ser en expansión. Noches de sexo inseguro y flaqueza en las piernas. Noches de alimañas antropomorfas. Noches trasnochadas de alcohol y maría.
Yo, ser humano sin alma. Todo carne y frialdad. Deshecha como una mujer de trapo caída en un charco. Muñequita de papel. Vagina contraída de plástico donde eyaculan los sementales en las ganaderías. Miles de manos rotando sobre el pecho que dejó de ser un mapa infantil de carreteras azules. Manos malintencionadas que olían a after shaffe y perfume caro. Falócratas indiferentes que te eligen por ser “más bonita que ninguna” y porque tu conversación les supera y les da morbo. Tus ademanes. Tus desmanes. Esa manera que tienes de mirar –con la que miras a todo el mundo- y dicen que los “cautivas” y, entonces, eres tú la que los “penetra”. Te creen una “femme fatale”; tu modo de defender tu punto de vista; esa facilidad de palabra casi insultante que hiere sus egos, ese no soportar que una mujer sea más inteligente que ellos: infantilismo masculino que hay que vengar en la dominación de la carne.
Machetazos abdominales. Partida por la mitad, dolorosamente. Besos de sangre. Soledad de sexo frío. Un hombre, una polla, su polla. En esos momentos me diluyo como una gota de tinta en un vaso de agua. No quiero saber nada de ese cuerpo que me domina y me quiere esclavizar. Te arrancarían una pierna, con tal de hacerte su Eterna Tristana. El pelo sobre la cara. Mi cuerpo en señal de la cruz. Mi alma crucificada.¿Cómo he llegado a esto? No me censures. No me critiques. No me juzgues. Ni yo misma lo sé. Mi carne no pedía carne salvaje, sino un poco de acogedora piel nocturna donde recalar.
Mi cuerpo es un trapo sucio. Una toalla vieja donde secar el sudor y el semen cohabitado en mi vagina. Esa vagina que se contrae y duele y que es un coto vedado. La bestia se duerme. La bestia se duerme, después de eyacular sus ansias de hombre-lobo con pensamientos tóxicos que hacen llorar como el amoníaco cerca de los ojos.

3 comentarios:

isabel bono dijo...

siempre he pensado que es mentira cuando dicen
que todas las mujeres somos iguales

tampoco los hombres,
nunca he conocido a dos hombres iguales
en nada

me gustan los hombres
me caen bien,
los entiendo mejor que a mí

desde niña sólo he tenido amigos
y los conservo desde entonces
(ahora tengo también dos amigas)

tu texto me ha dado mucha pena
y mucho frío,
incluso he ido al baño
he enchufado el secador
y he metido aire caliente
por el escote de la camiseta,
la camiseta es de rayas

hoy había decidido pasar la mañana
mirando un barco
un barco lleno de hombres, seguramente
en una foto que amarillea,
pero después de leerte
necesito un poco de aire

espero que escribir vaciándote los pulmones
te sirva para no ahogarte

creo que voy a salir
porque hace viento
y porque no queda pan

Lucía de Fraga dijo...

Yo me refiero a un tipo de hombre. Tengo una relación maravillosa con ellos, gracias a Dios, y grandes amigos sobre todo entre los 40 y los 50 años. Siempre me he entendido muy bien con ellos. No quiero que se entienda mii texto como algo discrimatorio; ya véis que se trata de un tipo sin escrúpulos que va a lo que va.
Besos.

Ricardo Bórnez dijo...

Por desgracia aún quedan hombres así. Una buena descripción dura y descarnada de una relación de insatisfacción total, que no todo el mundo se atreve a escribir y que no todo el mundo se atreve a aceptar.
Felicidades