sábado, 15 de noviembre de 2008

EL CORONEL, de CAROLYN FORCHÉ



EL CORONEL

Lo que has oído es verdad. Estuve en su casa. Su mujer llevaba
una bandeja con café y azúcar. Su hija se limaba las uñas, su
hijo salió esa noche. Había periódicos, perritos, una pistola
sobre el cojín a su lado. La luna se mecía desnuda con su
cuerda negra encima de la casa. En la televisión daban un
programa policíaco. Era en inglés. Había botellas rotas
empotradas en la cerca que rodeaba la casa para arrancar las
rodilleras de un hombre o cortar sus manos en pedazos. En
las ventanas, rejas como las de las tiendas de licores. Cenamos
cordero a la parrilla, un buen vino; una campanilla de oro estaba
sobre la mesa para llamar a la criada. Ella nos trajo mangos
verdes, sal, un pan especial. Me preguntaron si me gustaba el
país. Hubo un breve anuncio en español. Su mejor se lo llevó
todo. Luego se habló sobre lo difícil que ahora resultaba
gobernar. El loro dijo "hola" en la terraza. El coronel le dijo
que se callara, y se levantó pesadamente de la mesa. Mi amigo
me dijo con sus ojos: no digas nada. El coronel volvió con
una bolsa de las que se usan para traer comestibles a casa.
Esparció muchas orejas humanas sobre la mesa. Eran como
orejones dulces partidos en dos. No hay otra manera de decirlo.
Cogió una en sus manos, la sacudió en nuestra presencia, y la
dejó caer en un vaso de agua. Allí revivió. Estoy hasta las
narices de tonterías, dijo. En cuanto a los derechos humanos,
dile a tu gente que se joda. Con su brazo tiró todas las orejas
al suelo y levantó en el aire el resto de su vino. Algo para tu
poesía, ¿no?, me dijo. Algunas orejas del suelo recogieron este
retazo de su voz. Algunas orejas del suelo fueron aplastadas
contra la tierra.


Carolyn Forché. LAS CONJURADORAS. SEIS POETAS NORTEAMERICANAS. Introducción y traducción de Noël Valis. Esquío-Ferrol, 1993.

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