Me quedé dormida entre la hojarasca.
Tú viniste a acunar tu cabeza en mi corazón escondido
Y, poco a poco, colocaste tu mano traidora en mi seno virginal.
Lentamente, sentí pajarillos deslizarse bajo la pechera de mi vestido.
Me quedé dormida entre la hojarasca.
No viniste a despertarme, porque te daba frío.
Querías verme dormir, con mi pecho en tu mano.
Desabrochaste sin permiso la blusa de luz cegadora.
Y te emborrachó mi rosa de mañana
entre tanta piel blanca.
Acercaste tu boca para besar mi pezón rosado,
Creada de un material robado a los mismísimos dioses.
Me quedé dormida entre la hojarasca
Y te encontré como un niño llorando sobre mi vestido.
Un pecho al descubierto, en el otro, tu cabeza.
Llorabas al ver la hermosura de tu niña medio desnuda
Y el pecado de hacerme, sin querer, despertar a la Vida.
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